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Columna de MARCELA SABAT

Ex diputada y Ex senadora por la Región Metropolitana. Fue Vicepresidenta y Directora de la organización de estados americanos por la equidad de género “Parlamericas”.

Consultora en asuntos públicos y equidad de género en empresas y organizaciones desde woman and equality solutions. Directora Ejecutiva de Alianza IN Chile, Conductora de radio agricultura. G100 Country Chair en políticas públicas por el Women Economic Forum.


MAS AMABILIDAD MENOS ABEJAS REINAS


Aunque no está reconocido desde la psicología como tal, el síndrome de “la abeja reina”, se ha convertido en la manera de definir un patrón de conducta social laboral entre mujeres que resulta muy dañino.


Se define como una situación en la que las mujeres de alto rango en puestos de autoridad tratan a las mujeres que trabajan por debajo de ellas de manera más crítica que a sus homólogos masculinos.


Tienen la clara preferencia de rodearse por hombres a la hora de trabajar al pensar que, por defecto, el resto de mujeres son sus rivales.

 

En mis inicios laborales logré apreciar la diferencia entre una jefa mujer amable y otra que ejerce de forma despota en el mundo privado. Desde cómo vestirme a subestimar mis ideas frente a los demás, eran actitudes constantes que hicieron de esa experiencia laboral uno de las peores que he tenido. Pero fue la experiencia positiva la que más me marcó y me hizo darme cuenta lo importante que es ser empáticas entre nosotras.

 

Las mujeres somos el 50% de la población mundial. Pero según el mapa: “mujeres en la política 2023 de la UIP (unión interparlamentaria)”. Las mujeres representan solo el 26,5 por ciento de los parlamentos a nivel global. Y menos de un ministro de cada cuatro es mujer (22,8 por ciento). En directorios y gerencias el mundo privado no es distinto: según OCDE las mujeres en directorio no superan el 28% y ya hay agrupaciones como “el club del 30%” en Reino Unido o EEUU que abogan por esta cuota obligatoria.

 

El 40% de las mujeres deja su trabajo formal al momento de ser madre de su primer hijo. La que sigue en su carrera, se enfrenta todavía a una brecha del 20% en lo salarial y a una mayor brecha en su pensión futura por las lagunas previsionales asociadas al cuidado.

 

Sólo nosotras sabemos a qué nos enfrentamos todos los días por el sólo hecho de ser mujeres. Lidiar e intentar compatibilizar la maternidad y los desafíos laborales al mismo tiempo, quienes osamos a aquello, ya es un asunto demasiado complejo como para seguir haciéndonos zancadillas entre nosotras. Y esto no lo circunscribo sólo a las madres, sino que también a las que han decidido no serlo o no han podido ejercer la maternidad y a todo el escrutinio a que las somete la sociedad por aquello.

 

Sabemos perfectamente qué nos duele, qué nos angustia y qué nos preocupa más. Conocemos cuales son nuestras vulnerabilidades, suceptibilidades y miedos. Probablemente hemos vivido cosas parecidas aunque no nos atrevamos ni si quiera a conversarlas.

 

Está claro que serán las distintas medidas positivas internas de una organización y las políticas públicas de un estado, las que generaran los grandes cambios culturales en materia de representación femenina y cargos de poder. Seamos parte de esa evolución, un cambio que aunque sabemos es complejo porque se asocia a aprendizajes desde niñas, puede demorar menos años si nos sumamos.

 

Una vez me dijeron: sé amable, nunca sabrás las cruces que silenciosamente carga la persona que tienes al frente. En este caso, si eres mujer conocerás o habras vivido al menos la mitad de la mujer que tienes al frente.

 

Cuidémonos. Seamos amables entre nosotras. Mientras más mujeres seamos las que tomamos las decisiones, desde este prisma, más oportunidades le estaremos cultivando a nuestras hijas.


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